Extracto del libro Madre Tierra, Hermana Luna
Un mito sioux, el de la Mujer Bisonte Blanco describe las siete etapas
que sigue la mujer en su camino hacia la autorrealización. El origen del
mito lakota es conocido como "El camino de la belleza" y es un ritual
sagrado que dura toda la vida.
1. El camino de la hija.
Este período comprende desde el nacimiento hasta la aparición de la
primera regla. Todavía es una niña, física y psíquicamente dependiente,
mentalmente receptiva, que absorbe todo tipo de enseñanza, ejemplo o
estímulo que se le presenta. Si todas estas influencias exteriores son
apropiadas, estructuradas y emocionalmente equilibradas, la niña
desarrollará el equilibrio, respeto, dignidad y autoconfianza que luego
necesitará como recursos para llevar una vida en armonía con todo lo
existente.
2. El camino de la mujer. Abarca los
años en que una mujer desarrolla la autoconfianza, aprendiendo a
controlar su vida independiente de los adultos. Aprende a través de la
experiencia personal, desarrolla sus propias respuestas emocionales y
mentales y elige sus relaciones. Empieza a explorar su sexualidad y a
construir su espiritualidad. Son los años en los que empieza a conocerse
y, poco a poco, llega a ser una persona responsable y madura (en
nuestra sociedad actual este período va desde la adolescencia hasta los
28-32 años).
3. El camino de la madre. Desde el
punto de vista espiritual, el nacimiento de un hijo es el evento más
importante de la vida de una mujer; ya que entonces entra a formar parte
de la comunidad espiritual femenina. Al cruzar la frontera entre la
vida y la muerte con el parto es recibida en la comunidad de las
matronas, donde inicia la verdadera enseñanza. En el período de la madre
aprende la disciplina del sacrificio: cuerpo, tiempo, psique,
conocimiento, vida social, condición económica, relaciones y valores son
puestos al servicio de los niños. Este pasaje, ambivalente como ningún
otro, la empuja a superar todos los límites que tenia previstos. Aprende
a controlar completamente su mundo, intentando armonizar sus
necesidades individuales con las demandas externas que constantemente
caen sobre ella; alcanza así el poderoso equilibrio entre realidad
interna y externa sobre el cual se basa este ritual sagrado. En el
camino de la madre, la vida espiritual de la mujer pone sus raíces y
florece: no hay que olvidar que en muchas culturas antiguas el dar a luz
simbolizaba para la mujer una iniciación.
4. El camino de la recogedora y el de la ritualista.
Ambos caminos son tan antiguos como la raza humana. Recoger es una
disciplina que requiere respeto antes que nada; desarrolla poderes
especiales de observación y discernimiento en el conocimiento de las
estaciones, del clima, de la astronomía y de la curación. Armada
únicamente de conocimiento, de intuición y de oraciones, la mujer
recolecta gran cantidad de plantas y de sustancias minerales para la
cocina, la magia, la higiene y la cosmética. La recogedora tiene que
conocer perfectamente dónde y cuando encontrar lo que necesita, la forma
más adecuada de conservar, almacenar, preparar las sustancias y
utilizarlas en condiciones que resulten eficaces e inocuas. Una Mujer
Medicina nativa nunca aplica el mismo remedio al mismo síntoma físico en
distintos pacientes, ya que trata al ser en su totalidad. Para ella
“hacer medicina” es conocer al paciente, a su familia, su condición
espiritual, mental, física, ambiental y social, y cómo combinar todo
esto en el proceso de curación.
La aspirante-chamana es también muy
consciente del espíritu que hay tras la planta, roca o cristal usados en
el tratamiento, a los cuales hay que dar las gracias por la ayuda que
le están aportando. Esta parte del trabajo de una Mujer Medicina se
caracteriza por la tensión espiritual, aunque no tan intensa como en su
primer parto, sus primeras reglas o su responsabilidad de mujer joven de
aprender a respetar a los demás (humanos e inhumanos) y a sí misma. Una
Mujer Medicina que no consigue equilibrio, responsabilidad y ser
consciente puede suponer un desastre para toda la comunidad, porque el
poder de la mujer es grande, y cuanto más desarrolle la disciplina y la
devoción, más aumentará su poder. Las mujeres que siguen el camino de la
recogedora y de la ritualista tienen que ser interiormente seguras,
estar profundamente preocupadas por la vida espiritual del planeta y ser
capaces de sacrificar su trabajo y su ego por el bien de la comunidad.
La
ley espiritual básica que la mujer aprende en el camino es que la
aspirante a chamana da y da mucho tiempo antes de recoger, aunque sólo
sea poco, y todo lo que obtiene de su duro esfuerzo y pruebas personales
lo tiene que utilizar en alimentar y fomentar la vida.
6. El camino de la maestra.
Aprendiendo, experimentando, alimentando y trabajando la mujer alcanza
la edad en la cual se vuelve transmisora de sabiduría espiritual y
social. Es compartiendo con los demás las técnicas, las teorías y las
experiencias que ha vivido como llega a ser una maestra.
Entra en la
menopausia tan profunda y madura como la fruta, como la flora. Si ha
seguido los caminos descritos anteriormente con armonía entrará en el
reino de lo sagrado como miembro de la comunidad cósmica, derecho que se
ha ganado a través de su trabajo, sacrificio y devoción. En este
momento puede elegir su campo de acción puesto que es una Mujer
Medicina, aunque existan otras formas menos obvias de llegar a serlo.
Puede elegir la política, el servicio público o cualquier otra
profesión; practicará de una forma sana y espiritual todo lo que decida
ser. También puede escoger quedarse aislada o ser una abuela,
continuando con sus nietos, sus bisnietos o bien otros niños sin hogar
ayudándoles a crecer y educándolos.
El modo en que una anciana
enfoque su habilidad y su sabiduría depende de la naturaleza del trabajo
espiritual hacia el cual ha sido conducida. Gran parte de su enseñanza
se transmite a través del ejemplo; ella es un modelo para las mujeres
más jóvenes en el camino, y su presencia y esencia revitalizan y
enriquecen la vida de su comunidad entera.
7. El camino de la sabia.
Alcanzada la vejez, la chamana entra en el período de la maestría,
habiendo desarrollado una verdadera sabiduría. El sentido del equilibrio
que caracteriza al universo es ahora parte profunda de ella, así como
el sentido del humor. Está en contacto directo con hechos naturales y
sobrenaturales, siendo capaz de aceptar sus directrices. La esfera de su
trabajo ha trascendido su ser personal y privado, su familia; su
comunidad se extiende ahora hacia las estrellas. Es un ser sagrado: es
completa.
Los siete caminos proporcionan a la mujer la
fuerza, la disciplina y la profunda conexión que necesita para canalizar
el poder espiritual sin causar daño a sí misma ni a los demás. Le
ayudan a desarrollar humildad, orden, respeto dignidad y el sentido de
cuidar a toda criatura, dándole una profunda comprensión de sí misma en
los aspectos interiores y exteriores.
Existen otras formas de
autorrealización, pero este bellísimo ritual nos recuerda que no hay que
quemar etapas sino vivir con entrega y aceptación todas las
experiencias que nos llegan, sean aparentemente buenas o malas, porque
es lo que nos toca vivir, y probablemente es lo mejor que nos puede
pasar. A menudo las grandes enseñanzas las encontramos en la pequeñas
dificultades diarias, por esto el “camino de la madre” es la etapa más
difícil en la vida de una mujer; es el sacrificio del ego y el
aprendizaje del amor no egoísta, requisitos esenciales para el
desarrollo de una conciencia espiritual y cósmica. Estos siete caminos
son los de toda mujer que quiere incrementar su poder espiritual a
través de toda una vida, recordando que cada prueba o dificultad que
vamos superando es un paso más que vamos dando en nuestro viaje hacia la
totalidad.